La costilla de Adán es una planta muy popular que se caracteriza por tener unas grandes hojas verdes partidas, como si se tratase de unas costillas.
Crea unos tallos flexibles ya que en realidad es una planta semitrepadora que requiere soportes para mantenerse erguida.
Para poder sujetarse a los soportes, desarrolla unas gruesas raíces aéreas que se introducen en las grietas de las paredes, entre las cortezas de árboles o en el tutor que le pongamos. Estas raíces se nutren de la humedad ambiental. Van desarrollándose hacia abajo hasta que tocan tierra.
Guía de cuidados:
Luz y Temperatura:
La Costilla de Adán es una planta fácil de cuidar. En interior, necesita un lugar luminoso, y, en exterior, prefiere estar a la sombra, sin sol directo.
Si la cultivamos en maceta en el interior de casa, no dará flores, pero si la tenemos en el jardín, producirá flores a partir de los tres años, entre mayo y octubre. Las flores son de gran tamaño, en forma de espata y de color crema.
Su flor no es lo que más destaca de ella sino su fructificación. Cuando el fruto de la Costilla de Adán madura, empieza a abrirse y, en su interior, esconde una pulpa con un sabor entre piña, plátano y mango, con un toque picante.
Soporta temperaturas bajas puntuales, pero nunca por debajo de los 0º C ya que se quemaría toda la parte aérea.
Aguanta temperaturas entorno a los 5º y se cultiva especialmente en la costa mediterránea, en porches y patios, zonas al abrigo del sol directo donde aporta frescura gracias a sus hojas de gran tamaño
Riego y abono:
El riego es uno de los aspectos más importantes para el mantenimiento de la Costilla de Adán.
No es una planta muy exigente en cuanto a riegos. En verano, en el momento de desarrollo de la planta, habrá que hacerlo suavemente sin encharcarla, ya que ese es uno de sus principales enemigos. Hay que dejar secar la tierra entre riego y riego.
A pesar del tamaño de sus hojas, no demanda ser pulverizada ya que tolera los ambientes secos. En primavera, se abona una vez al mes.